**Desacelera: El tiempo que pierdes nunca volverá.**
Cómo la vida acelerada nos roba momentos valiosos y qué hacer para recuperarlos.
Equipo Viviendo en Armonía
2/5/20254 min leer


El despertador suena. Todavía somnolienta, Ana extiende el brazo para apagarlo y, antes de levantarse, ya está revisando las notificaciones en su celular. El grupo de trabajo está activo, los correos no leídos se acumulan, y hay al menos tres tareas urgentes en su agenda. Suspira, se levanta apresurada. Otro día comienza, y el tiempo ya parece escapar entre sus dedos.
Mientras toma un café apurado, casi ni nota el sol saliendo por la ventana. El cielo exhibe un degradado perfecto entre dorado y lila, pero ella está enfocada en la pantalla. Una reunión en diez minutos, una pendiente que debe resolver antes del almuerzo. La vida sigue a un ritmo acelerado, y sin darse cuenta, Ana corre junto con el tiempo.
La prisa que nos ciega al ahora
En el camino al trabajo, el tráfico parece interminable. Los autos tocan la bocina, los conductores impacientes gesticulan, mientras ella aprovecha cada minuto detenido para responder mensajes. "Necesito optimizar mi tiempo", piensa, sin darse cuenta de que una pareja de ancianos camina de la mano por la acera. Parecen ajenos a la prisa a su alrededor, sonriéndose el uno al otro como si el tiempo fuera infinito.
Ana tampoco se da cuenta del niño en el parque, que se balancea en el columpio y suelta carcajadas espontáneas. Ni del hombre que, con una guitarra en las manos, toca una melodía suave en medio del ruido urbano. Todo allí, sucediendo a su alrededor, pero invisible para sus ojos distraídos.
La ilusión de la productividad ininterrumpida
La rutina de Ana refleja la de millones de personas que creen que estar siempre ocupados significa estar siempre productivos. El tiempo se ha convertido en un activo que debe aprovecharse al máximo, y cada minuto parece necesitar un propósito claro y medible.
¿Pero a qué costo?
Los estudios muestran que este ritmo acelerado no solo afecta nuestra salud mental, sino que también reduce nuestra capacidad de concentración y creatividad. El cerebro necesita pausas, momentos de contemplación, un ritmo más humano. Sin embargo, muchos de nosotros intercambiamos esos momentos por una avalancha de tareas, notificaciones y plazos.
Los momentos que ya no regresan
Esa noche, al llegar a casa, Ana se da cuenta de que casi no habló con su hijo durante el día. Entre reuniones, compromisos y el tiempo dedicado al celular, todo parecía demasiado urgente como para interrumpirlo. Pero entonces, un toque suave en su brazo la despierta:
“Mamá, ¿vienes a ver la luna conmigo?”
Por un momento, duda. Tiene correos para responder, debe revisar un informe, echar un último vistazo a las redes sociales. Pero algo en la voz de su hijo la hace cambiar de idea. Con un suspiro, deja el celular a un lado y se dirige al balcón.
Y allí está. La luna llena, enorme, brillando sobre la ciudad. Su hijo señala emocionado, describiendo formas imaginarias en las nubes. Ana sonríe y siente una paz que no experimentaba desde hace tiempo. Por primera vez en mucho tiempo, se da cuenta de que ese momento es único, y que ningún correo es más importante que estar allí, presente.
Cómo recuperar el tiempo perdido
El tiempo que perdemos corriendo tras lo que creemos que es esencial nunca volverá. Pero aún podemos cambiar nuestra relación con él. Aquí hay algunas prácticas para desacelerar y vivir de manera más plena:
Practica la Atención Plena (Mindfulness)
La atención plena significa estar presente en el momento, sin dejarse llevar por preocupaciones futuras o distracciones tecnológicas. Intenta comenzar el día observando el cielo desde la ventana, saboreando el café sin prisa, escuchando las voces de las personas a tu alrededor.
Reduce el uso excesivo del celular
Las notificaciones constantes fragmentan nuestra atención y nos hacen perder momentos valiosos. Establece horarios específicos para revisar las redes sociales y correos, y trata de mantener el celular fuera de la mesa durante las comidas y momentos familiares.
Valora los pequeños momentos
No todo tiene que ser grandioso para tener valor. Un paseo al aire libre, una conversación sin prisa, el sonido del viento entre los árboles. Las pequeñas pausas pueden aportar más significado a tu vida diaria de lo que imaginas.
Disminuye el ritmo de tus tareas
No es necesario hacer todo con prisa. Intenta realizar tareas sencillas de manera más tranquila, como cocinar, caminar o leer un libro sin la necesidad de terminar rápidamente.
Reserva tiempo para los que amas
Los momentos con amigos y familiares son irremplazables. Ninguna reunión de trabajo será más importante que una cena compartida con aquellos que amas.
Conclusión: Lo que realmente importa
Esa noche, Ana se dio cuenta de que la vida no sucede en grandes eventos o momentos futuros. La vida está en el ahora, en los detalles que solía ignorar. Está en el cielo dorado al amanecer, en la risa de un niño, en la mano que sostiene la tuya con cariño.
El tiempo no espera, pero nosotros podemos elegir cómo vivirlo. Desacelerar no significa hacer menos, sino vivir más. Porque al final, lo que nos llevamos de la vida no son los correos respondidos, sino los momentos que verdaderamente vivimos.
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